El dolor más profundo
- nozomivillarreal
- 30 oct 2024
- 3 Min. de lectura
Sobre la verdadera naturaleza del ser humano
"Eres un Alma que habita un cuerpo y no un cuerpo que tiene un Alma."
En esta frase radica una verdad muy simple que contempla dos premisas que, aunque muy parecidas, son radicalmente diferentes. Todo depende de en dónde se pone la importancia de la vida: si en el cuerpo (que incluye la mente) o en el Alma. Dependiendo desde la premisa en la que se viva, esto va a determinar nuestra vida con gran potencia.
Normalmente solemos vivir desde la premisa “eres un cuerpo que tiene un Alma” o bien, incluso, desde la premisa “eres un cuerpo y una mente”, excluyendo como innecesaria la parte del Alma. De esta manera, la prioridad está puesta en el cuerpo y la mente, en el plano físico y en todo lo que se mueve en él. No hay que ponerse a pensar demasiado para darnos cuenta que realmente vivimos como sociedad desde esta premisa: el énfasis está en el consumo, en la producción, en conseguir una buena escuela, un buen puesto de trabajo, la seguridad para mi familia. El espacio dedicado al Alma, a la conexión con la Divinidad interna, es mínimo o inexistente, y pasamos simplemente a ser un cuerpo deshabitado que vive una vida para sacar el mejor provecho de ella.
No nos preguntamos cuál es el real sentido de la vida. Desde pequeños se nos marcan ciertos parámetros de conducta, además necesarios para poder participar de ciertas convenciones sociales como recibir una buena educación, ser aceptado en la universidad y tener un trabajo digno. Y se puede tener una “buena vida” siguiendo las normas de conducta usuales y quizá, hasta ser feliz. Sin embargo, seguro que todos hemos sentido dentro ese pálpito que dice “algo no anda bien, aunque todo parezca estar bien”. Ese es el dolor que se produce cuando, en el trajín de la vida misma, se ha pasado a olvidar el Alma.
El Alma pide, aunque no nos demos cuenta, siempre está ahí recordando, susurrando, pero, si no prestamos atención, no tenemos como notarla. Al no tener respuesta del otro lado, la “ausencia” del Alma se termina traduciendo en dolor, un dolor profundo que añora entender qué es lo que pasa dentro. Ese dolor, al no ser comprendido correctamente, comienza a convertirse en el dolor de las heridas de la infancia, el dolor por lo que pasó en la adolescencia, el dolor por los eventos de la adultez. Pasamos a interpretarlo como un dolor de la vida ordinaria, y lo convertimos en un sufrimiento. Aquello que, cuando ya no se siente en el cuerpo, pasa a ser un cúmulo de pensamientos y emociones diversas que ocasionan malestar.
Es posible pasarse la vida entera tratando de apaciguar ese dolor, de eliminarlo, de calmarlo. Sin embargo, mientras más intentamos huir de él, más nos alejamos de su significado y de la posibilidad que podría traer el “abrirlo”. Limpiar las capas de sufrimiento que se han puesto sobre el dolor y conectar con el dolor verdadero, el más profundo, puede llevarnos a comprender la verdadera naturaleza de la vida, de quiénes somos. Al ser atravesado como una grieta, puede llevarnos al reencuentro con nuestra verdadera naturaleza: el Alma.
De manera que, vivir desde la premisa incorrecta y no cuestionarla siquiera, puede llevarnos a perder la gran oportunidad del reencuentro con la sabiduría del Si Mismo. Sin embargo, vivir desde la premisa incorrecta es lo único que puede hacerse en un principio, ya que nuestra educación está basada en una educación para el desarrollo del cuerpo y la mente, del plano físico únicamente, y no para el Alma. El dolor que se lleva dentro nos debería llevar a cuestionar la manera en la que vivimos. Y esto nos debería llevar a intuir, y luego a constatar, que vivimos de forma equivocada. Esto, a cuestionar si estamos viviendo desde la premisa adecuada. Al tomar consciencia de la equivocación en la que vivimos es cuando comienza el verdadero trabajo interior, la búsqueda del Ser, del Alma. Es donde comienza el camino al desarrollo de la consciencia y a la posibilidad de explorar en uno mismo la premisa “eres un Alma que habita un cuerpo” y sentir la realidad de ello en el cuerpo mismo.
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