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La capacidad para sanar vive dentro de nosotros

  • Foto del escritor: nozomivillarreal
    nozomivillarreal
  • 1 feb
  • 3 Min. de lectura

Perder el miedo a la muerte


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Llevo muchos años trabajando con distintas enfermedades, acompañando, ayudando a sanar. Ayudando a recordar que la capacidad para sanar vive dentro de nosotros mismos. En realidad, esta afirmación es lo más verdadero que existe, pero por alguna razón lo hemos olvidado y hemos cedido nuestra capacidad para escuchar al propio organismo a otros, que nos hacen pruebas y que nos dicen qué es lo que ocurre “realmente” dentro.

 

Si uno está presente en sí mismo, existe la capacidad para escuchar a su sistema, para percibir dentro cuando algo se ha desregulado y comprender que es momento de parar y atender eso que aparece. La homeostasis, la capacidad del cuerpo para regularse a sí mismo, es uno de los procesos más básicos, que lo único que necesita es que nosotros no intervengamos, es decir, que nuestra mente no se meta en el proceso, y demos espacio a que el cuerpo y su instinto hagan lo que requiere para autoregularse. Cuando esto se permite, los mensajes de lo que uno debe hacer para ayudar son muy claros, si hay que descansar, dejar de comer, activar, desactivar, etc.

 

De modo que, por un lado, existe la tendencia natural hacia la salud. Desde una mirada puramente biológica esto nos debería bastar. Pero la naturaleza del ser humano se convierte en algo más complejo que esto. Así que, ¿por qué interrumpimos nuestros procesos de homeostasis?

 

Principalmente debido a nuestra capacidad de abstracción y de pensar sobre lo que está sucediendo. Esto es nuestra mayor bendición y, a la vez, un problema si no lo utilizamos adecuadamente. La capacidad para pensar de manera abstracta es parte de la construcción de la personalidad en un niño, permitiendo su adaptación a la vida social. Al nacer, un niño es pura esencia, no tiene límites ni filtros. Con el tiempo, esta esencia pasa a ser recubierta por la personalidad, por las distintas capas de aprendizajes sociales que se van formando a través de los años. Sin darnos cuenta, esa esencia queda escondida, y la personalidad pasa a ser quien lleva la batuta.

 

Si nos mantuviéramos como pura esencia, no habría mucho problema. La esencia solo es, y permite que el cuerpo se autoregule. Se podría decir que acompaña los procesos naturales. Lo interesante es que, cuando la personalidad se estructura, hacia los 7 años ya estamos casi listos, cada vez es más difícil poder escuchar a la esencia, porque la personalidad ya tiene sus propias opiniones, así que comenzamos a funcionar desde ahí. Con ello, se pierde -o se olvida- esta capacidad para escuchar al cuerpo y comienza a haber todo un sistema de creencias que definen la vida, dentro de ello, definen los conceptos de salud y enfermedad.

 

De manera que, en la vida adulta, se torna muy difícil comprender los procesos internos innatos. Son esos adultos que han olvidado cómo escuchar dentro los que enseñan a los niños conceptos que dicen que el cuerpo es un lugar desconocido, y solo los especialistas saben como tratarlo. Que cada vez que algo le pasa, hay que correr hacia un experto para que nos de la solución. Así, reforzamos la creencia de que no tenemos como acceder a la sabiduría innata del cuerpo.

 

Revertir este proceso no es cosa de un solo día. Es un trabajo interno intenso, de confrontar muchas creencias y maneras de enfrentar el mundo. Pero que, si se decide hacer, puede traer mucha claridad y puede cambiar la manera de pensar la enfermedad y la salud. Puede cambiar incluso nuestra forma de vivir la vida, si la enfermedad pasa a ser una mensajera antes que una enemiga. Si tomamos la enfermedad como posibilidad de llegar más adentro de nosotros mismos, incluso podemos llegar a ir más allá del miedo a la muerte. La aceptación de la muerte como parte de un proceso de enfermedad puede traer mucha liberación y permitir que vayamos tan adentro que comprendamos que lo que somos, esa esencia Divina, nunca muere. Desde ahí, aquello que crece y se nutre del aprendizaje de una enfermedad, que incluso pueda llevar a la muerte, es esa esencia Divina, que lo que logra es llenarse de Significado.

 

Desde esta perspectiva, la vida se vuelve más bella, porque se cambia el foco de lo que se piensa como importante. El foco deja de ser “sacarnos la enfermedad de encima”, el huir de la posibilidad de la muerte, y pasa a ser la posibilidad de desarrollo espiritual que se abre a partir de la enfermedad que nos corresponde vivir.

 

Cada uno enferma de una manera específica que tiene un significado único para sí mismo. Y es a través de profundizar en este significado que realizamos nuestro trabajo evolutivo. Si quieres saber más sobre la enfermedad como mensaje para el desarrollo interno, puedes leerlo en este otro artículo.

 
 
 

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